domingo, 3 de junio de 2007

No hay piedad para los vencidos...

He encontrado un relato que, aparte de ser muy duro y descriptivo, al leerlo me ha hecho reflexionar (confieso que sólo un poco) acerca de lo horriblemente parecida que podría ser una crónica actual de alguna de las múltiples guerras que hay en el planeta.

Bastaría con cambiar algunos detalles como "hachas, machetes y picas" por "fusiles, ametralladoras y pistolas", "caballos que destrozaban" por "tanques que aplastaban".

Realmente terrible que los "humanos superiores y civilizados" sigamos siendo así:


Uno de los textos más estremecedores de la literatura latina.
En él, Apiano nos narra la entrada de los romanos en Cartago...

A continuación, se sucedieron otras escenas de terror. El fuego devoraba y se llevaba todo a su paso, y los soldados no derrumbaban los edificios poco a poco, sino que los echaban abajo todos juntos. Por ello, el ruido era mucho mayor y, junto con las piedras, caían también en el medio los cadáveres amontonados. Otros estaban todavía vivos, en especial ancianos, niños y mujeres que se habían ocultado en los rincones más profundos de las casas, algunos heridos y otros más o menos quemados dejando escapar terribles gritos. Otros arrastrados desde una altura tan grande con las piedras, maderas y fuego, sufrieron, al caer, toda suerte de horrores, llenos de fracturas y despedazados. Y ni siquiera esto supuso el final de sus desgracias. En efecto, los encargados de la limpieza de las calles, al remover los escombros con hachas, machetes y picas, a fin de dejarlas transitables para las fuerzas de ataque, golpeaban unos con las hachas y machetes y otros con la punta de las picas a los muertos y a los que todavía estaban vivos en los huecos del suelo, apartándolos como a la madera y las piedras y dándoles la vuelta con el hierro, y el hombre servía de relleno a los fosos. Algunos fueron arrojados de cabeza, y sus piernas, sobresaliendo del suelo, se agitaban con convulsiones durante mucho tiempo. Otros cayeron de pie con la cabeza por encima del nivel del suelo y los caballos, al pasar sobre ellos, les destrozaban la cara o el encéfalo, no por voluntad de sus jinetes, sino a causa de su prisa, puesto que tampoco los que limpiaban las calles hacían todo esto voluntariamente...

Apiano Líbica 129.


Visto en: Historia Clásica

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estoy contigo de acuerdo, es más, no solamente es ya comparar lo que ocurre ahora con épocas pasadas sino que a veces podemos decir que la realidad supera a la ficción.

Un saludo.