miércoles, 4 de febrero de 2009

Hijo de Frankestein

Este artículo es una copia idéntica a la opinión de una columnista habitual en el diario ADN, la publico porque me ha parecido una pequeña joya de la ironía elegante de alto nivel y porque refleja con claridad la opinión de mucha gente... mucha.
04 de Febrero de 2009 | Ángela Becerra

En 1818, Víctor Frankenstein, un joven suizo estudiante de medicina en Ingolstadt, decidió crear, a partir de la unión de distintas partes de cadáveres diseccionados, el ser humano perfecto. Con su experimento pondría a prueba la moral científica, la generación y destrucción de la vida y la audacia sin límites de los humanos...

Quería que "su invento" poseyera un elevado cociente intelectual, aunque no lograrlo no supondría problema si ante todos fuera capaz de aparentar criterios firmes e iluminados respecto a cualquier tema. Para reforzar esta posición, jamás debería reconocer sus propios errores, al tiempo que desarrollaría una extraordinaria habilidad para esquivar temas preocupantes y pasar la culpa de todo cuanto negativo sucediera a quienes osaran criticarlo.

Víctor quería que su creación fuera capaz de ejercer un inmenso poder sobre la sociedad. Y como el dinero era básico, le daría la facultad de decidir sobre cantidades fabulosas, con dos particularidades: no haría el menor esfuerzo para conseguirlas porque las obtendría de todas las gentes, y si la eficacia de sus inversiones fuese cuestionada, podría contestar lo que le pareciera porque nadie podría despedirlo del trabajo.

Había llegado el momento sublime de ver el resultado de su obra. Y una noche de tormenta, captó la energía de un rayo y, conectándola a aquel cuerpo, le dio la vida.

¡Acababa de crear un político!


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